El domingo pasado, como si
de la plaza de San Pedro se tratara, hubo fumata blanca en San Lázaro.
Ante la inminente caída del
ex alcalde Conde Roa, los concejales, cuales cardenales de la Curia romana, se
reunieron a instancias de Feijóo en la sede del PP regional para dilucidar el
sucesor en la silla de Raxoi.
Durante días, las apuestas se
centraban en dos candidatos. La concejala Paula Prado parecía ser la favorita
en las quinielas. Era más conocida, con más peso político en el Partido Popular,
y en las encuestas parecía ser la favorita también entre la ciudadanía.
Pero contra todo pronóstico,
las dificultades por encontrarle sustituta/o en el Parlamento de Galicia,
provocaron que el “cónclave de San Roque” eligiera alcalde al nº cuatro en la
pasada lista electoral, Ángel Currás. Y henos aquí, sin apenas
haber transcurrido un año de los pasados comicios municipales, con un nuevo
regidor en Santiago.
El destino tiene este tipo
de caprichos, quien menos se espera es aupado al puesto de mando y debe liderar
la nave. Una nave que hasta ahora capitaneaba una persona de gran controversia
y cuya imagen entre la ciudadanía se desmoronaba.
Tal vez este cambio no le
haya venido mal al Partido Popular, pues dentro de tres años, cuando seamos llamados
de nuevo a las urnas en Santiago, Conde Roa habrá sido historia.
El problema para el ahora
alcalde es que durante la caída de Conde Roa, él se erigió como su máximo
defensor, a veces incluso arguyendo motivos espurios. En nada le beneficia
pues, esa asociación de su imagen como defensor de Conde Roa. Él mismo dijo:
“ha cambiado el capitán, pero no la nave”. Y sin duda la oposición se
aprovechará de esto.
No obstante, una cosa es lo
que se pregona recién tomado el bastón de mando y de cara a la galería, y otra
lo que se piensa. Y hábilmente, Currás ha movido ficha y empieza a inmunizarse
contra esa percepción. Su decisión de prescindir de Angel Espadas como director
de gabinete, no por esperable, deja de ser inteligente. Es un modo de hacer ver
que tiene su propia hoja de ruta para la nave santiaguesa, y que tiene criterio
propio para ello.
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