Afirmaba en alguna otra entrada de este blog que las palabras son muy importantes a la hora de realizar una comunicación acertada, máxime en política.
Un claro ejemplo de ello fue lo ocurrido la década pasada en los Estados Unidos, donde los republicanos impusieron su vocabulario a los demócratas, y estos al usar esas mismas palabras, legitimaron el discurso de sus rivales, ya que Bush y compañía eran más creíbles al usar una terminología que les era propia.
Decía también que en Galicia estaba ocurriendo algo parecido. Ya que los socialistas, y en menor medida los nacionalistas, aceptaron que el debate dialéctico versara sobre una materia en la que la opinión pública reconocía una mayor legitimidad al Partido Popular y a su lider Feijoo, hablamos de la austeridad.
Por momentos los socialistas gallegos pretendían ser más papistas que el Papa, y eso les restaba credibilidad.
Por tanto, exponía en esas mismas líneas la urgente necesidad para el PSG-PSOE de encontrar un discurso propio y más adaptado a los valores en que socialmente se les reconoce una mayor y mejor gestión. De lo contrario acabaría ocurriendo lo que finalmente aconteció, que pese a los recortes, el Partido Popular en Galicia arrasó (Los socialistas legitimaron los recortes por la vía de la austeridad).
Así analizaba los resultados de las pasadas generales en Galicia:
Aunque este asombro inicial pronto se difumina si me atengo a lo que durante un año vengo manifestando como errática política del PSG-PSOE. Y en una doble vertiente:
1. El candidato socialista en Galicia no gusta, no tiene tirón, y genera más rechazo que afinidad. Esto es una realidad y en el propio partido lo saben.
2. Los socialistas gallegos han aceptado jugar una partida de ajedrez con los populares, pero con las fichas de estos. El PP no solo ha logrado concitar una gran afinidad pública en torno a la palabra “mágica”, AUSTERIDAD. Si no que además ha logrado que los socialistas entren en este terreno. Terreno que la opinión pública percibe como legítimo de los populares.
Como diría Lakoff, el PP gallego ha impuesto un marco conceptual de la realidad a los gallegos, y los socialistas no han logrado imponer un marco alternativo al aceptar la dialéctica del PP (Al igual que hace años les pasó a los demócratas aceptando la dialéctica republicana).
Y henos aquí, de repente con un tema que empieza a dominar la agenda setting, el COPAGO SANITARIO. O lo que es lo mismo, la dualidad del gasto sanitario, el repago sanitario o doble gasto sanitario.
Es este un tema que cumple con diversos requisitos como para canalizar voto en un sentido positivo o negativo, pues es socialmente sensible, y muy vinculado en nuestro país a la idea comúnmente aceptada del estado de bienestar español.
Conscientes de su transcendencia, y del poder de las palabras, algunos gobiernos han ido más allá del término eufemístico hasta ahora empleado, copago sanitario. La Generalitat Catalana por ejemplo, intentó imponer la acepción "ticket moderador" (suena bien porque tendemos a reconocer que la moderación siempre es buena).
Y en Galicia se ha abierto el debate ante una posible imposición o no, de dicho copago. Un debate que el PP intentará dominar por medio de la racionalización del gasto y de la austeridad también en materia sanitaria.
Y en esta batalla dialéctica surge una oportunidad que en el DAFO (Cuadro estratégico de Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades) de la pizarra del war room de los socialistas y nacionalistas deberían tener bien grande y subrayada.
La sanidad universal y gratuita es un logro de nuestro estado de bienestar, nadie lo duda. Pero también es un aspecto al que la opinión pública le reconoce una mayor capacidad de gestión, y por tanto una mayor legitimidad a los socialistas y a los partidos de izquierda.
Pero para imponerse en esta oportunidad que se les presenta para recuperar su propio discurso, deberán imponer ellos los términos del debate. Sino volvamos de modo más concreto al ejemplo estadounidense:
A principios de este siglo los norte-americanos debatían si suprimir o no el impuesto que nosotros denominamos de sucesiones. El apoyo inicial a dicha abolición era mayoritario por un estrechísimo margen. Los republicanos, conscientes de ese escaso margen, pero también del poder de las palabras, lograron que finalmente más del 70% de la opinión pública respaldara suprimir ese impuesto. ¿Cómo lograron un 20% extra de apoyo? denominando a este impuesto como "impuesto de la muerte". Porque gravaba un hecho tan trágico como la muerte de un ser querido.
Pues bien, este ejemplo viene al caso, no solo a modo ilustrativo del poder transformador de las palabras. Sino que también le da una pista a los socialistas y nacionalistas gallegos sobre cómo deben denominar a la doble imposición sanitaria cuya posible aplicación ahora se empieza a debatir en los medios, y dentro de poco en la sociedad.
¿Se imaginan a ambos partidos constantemente definiendo al copago como el impuesto a la enfermedad? ¿el impuesto al enfermo? además de la desgracia de la enfermedad, la carga económica. Es decir, se grava un hecho trágico como es estar enfermo, sufrir una enfermedad.
Bastaría hacer una encuesta entre la población y observar cómo la aprobación al copago descendería del 40% actual en Galicia, incluso entre el electorado del PP, si en la pregunta sobre dicho apoyo se usasen términos más finalistas e ilustrativos y no tan eufemísticos. Al igual que ocurrió en estados Unidos con el ejemplo ya mencionado.
Todo apunta a que si el PSG-PSOE y BNG juegan bien sus bazas, este debate no solo podrían ganarlo sino que además les aportaría réditos electorales.
Un análisis muy bueno, como ya nos tienes acostumbrados, aunque mucho me temo que en la "concina" de BNG y PSOE, están afilando los cuchillos para "trinchar el pavo", y la pizarra está cogiendo telarañas. El problema de la oposición es que se centran en las personas, y se olvidan de las ideas, y en un mundo globalizado, donde un estornudo del presidente francés puede provocar la pérdida de la triple A de la deuda francesa o el hundimiento de la bolsa en Hungría (lo denominaremos "el efecto Sarkozy"), a la gente no le importa ya quién está tras la pantalla, sino cómo se solucionan los problemas. Es indudable que el PP maneja y domina la retórica sin un adversario enfrente. Pero no es menos cierto que el discurso, llevado a la realidad, se encuentra vacío de peso. Es como blandir un enorme martillo con el que aplastar el cráneo del rival... pero que cuando golpea resulta ser de gomaespuma. Solo dos ejemplos: el PP anuncia una subida de impuestos (algo negado hasta la saciedad en precampaña), y argumenta que de no hacerlo nos lo habrían impuesto al incumplir con creces el objetivo de déficit... ¿qué responde el PSOE? Que ellos no lo hubieran hecho... ¿seguro? ¿Habrían dejado que la prima de riesgo llegase a los 500 puntos? ¿Que las bolsas se hundiesen? No lo creo, pero ese no es el problema. El problema es que al final, las decisiones vienen de fuera, el margen de maniobra del que gobierna, sea cual sea el partido, es muy estrecho porque ahí está Sarkozy... a punto de estornudar. El otro ejemplo es Obama; no queda casi rastro del mito de hace tres años, Estados Unidos sigue destruyendo empleo, han perdido una guerra (Irak) y aunque sí han terminado con Bin Laden, su retirada de Afganistán deja mucho que desear... con el peso que eso tiene para un país que ya ha perdido muchas guerras en los últimos 60 años. Pero, ¿y el hombre? Su imagen pública se ha deteriorado tanto como su imagen personal: de atlético hombre de familia, ha pasado a peinar canas (y muchas) en su última aparición en televisión, recordando demasiado a aquella imagen de Nelson Mandela saliendo de prisión. Parece un hombre viejo, cansado y al que el poder ha desgastado... pero sobre todo, un presidente que no tiene ni idea de cómo convertir a su país en la potencia económica que era. ¿Cuál es el camino a seguir, cuando ni la retórica, ni la imagen, son capaces de superar a la realidad? Eso, es lo que deberían estar discutiendo PSOE y BNG, cómo la política debe recuperar el terreno que ha perdido frente a la economía, para entusiasmar de nuevo al electorado, para que la gente vuelva a creer que un hombre solo puede cambiar el mundo, y que éste no se desmoronará por un simple estornudo.
ResponderEliminarHola Andrés. Por eso los hechos son importantes, y la retórica también lo es para hacerle ver a la opinión pública qué, cómo, cuándo y el por qué de esos hechos.
ResponderEliminarLo que planteo, es que esta es una oportunidad para la oposición para que los hechos que percibe la ciudadanía sean referentes a cuestiones en las que tienen más autoridad. Y sobre todo si saben usar la comunicación.
Otra cosa son las cuitas y carencias de liderazgo que sufren.
Coincido contigo en mucho, salvo en la importancia que le restas a la personalización de la política. Es un hecho cierto que cada vez, los partidos y las ideas importan menos, y que la gente se guía más por la imagen y percepción que tiene de los candidatos/presidentes. Un claro ejemplo de ello, tú lo has dicho, Obama.
Un fuerte abrazo!
Buenas Santiago.
ResponderEliminarLo que planteas, y en estrictos términos de juego electoral, es de una lógica impecable. Y no me cabe la menor duda de que sobre todo los socialistas harán suyo el contenido de esta entrada. El juego de las palabras y la terminología ominosa será el ariete electoral de un PSOE maestro en esa materia (recuérdese el pertinaz "cambio" del políticamente difunto ZP). En términos de estrategia política es de libro.
El problema de los partidos que integran la oposición, señaladamente en Galicia, es que yerran en cuanto a la táctica política. Sus propias debilidades y debates internos, unidos a una palmaria falta de liderazgo así como a una errática política electoral en la que las ideas brillan por su ausencia hasta poco antes de la apertura del periodo de elecciones, le ahorran esfuerzos al Partido Popular. La capacidad de gestión de un discurso de aquí a las elecciones por los integrantes de la oposición (como perfectamente puede ser el copago) es nula, dado que tal discurso va mudando a cada paso, y así lo que debería constituir el ardid de una camapaña bien conducida termina por erigirse en una dispersión vaga de propuestas. Y eso, en términos de política electoral, es un mal augurio.
Un saludo.
Cierto Wittmann, la oposición tiene cuestiones internas y de liderazgo que arreglar. De ahí que el PP se esté planteando adelantar las elecciones en Galicia.
ResponderEliminarLa cosa pinta mal de aquí a un año, y el escenario actual es óptimo por todas esas razones que comentas.
Un saludo.