Hay que
reconocer que a medida que se aproxima el 21 de octubre, las elecciones
gallegas están cogiendo, para sus protagonistas, tintes cada vez más trágicos,
dignos del mismísimo Eurípides.
Ya nuestra
historia, empezó de modo forzado por la imperiosa situación económica que le ha
revestido a la campaña un aura de cierta excepcionalidad y urgencia, que
intoxicó no solo a un apurado Feijoo, sino también a una oposición, ávida de
proclamar a un candidato, los unos, y de conformar alianzas, los otros. Todo
fueron prisas en una, a veces surrealista carrera de obstáculos, puestos por
los propios compañeros de filas.
Muchos
somos los que pensábamos que, debido a este desnorte de la oposición, todo
parecía apuntar a que Feijoo tendría más que serias opciones de revalidar
mandato. Es cierto que mucha gente está hastiada con la situación actual, y eso
provoca que haya un aumento del voto protesta, pero la cuestión era concretar a
dónde iría a parar ese voto protesta si en la oposición no se observaba ni se
observa, una alternativa, un proyecto, y un líder claro.
Todo
esto se trastocó cual tragedia griega. De repente, en cuanto uno pensaba que la
trama tenía un horizonte de sucesos claro para nuestro héroe Feijoo… Aparece Mario Conde, que si bien tiene casi
imposible conseguir diputado en el Hórreo, desestabiliza las filas orensanas
del PP y por primera vez desde que tengo uso de razón, abre una herida entre el
electorado conservador. Nuestro héroe empieza a desangrarse ligeramente.
Nuestro
protagonista, por primera vez se pone nervioso, y llama a filas a sus paisanos.
De modo alterado, les alecciona a que no se dejen amedrentar en la batalla de
las redes sociales. Empieza a mostrar debilidad, los rivales la huelen, y
exigen al protagonista de nuestra tragedia a la gallega, enfrentarse a duelo,
en un cara a cara televisivo donde la plebe pueda recrearse viéndolos pelear en
singular lucha dialéctica. E inesperadamente, este acepta, necesita también la lucha
para movilizar a sus filas. Parece que el final feliz le costará sangre sudor y
lágrimas.
Y justo
cuando una brisa de aire fresco enviada por los dioses aztecas de PEMEX, le
insufla esperanza para la batalla, los dioses inexplicablemente montan en
cólera, y deciden someter a todos los protagonistas a una lucha titánica frente
a un poderoso enemigo común, el Pokémon.
Que la
tragedia tendrá, valga la redundancia, un final trágico para alguno de los
aspirantes a la Xunta es inevitable, está en el guión. Pero la salvación y el
éxito de nuestros héroes dependerá en parte, de cómo gestionen este nuevo caso
judicial pre electoral que parece salpicarles a casi todos.
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